lunes, 15 de junio de 2009

Eco

Quería vivir en la punta de esa especie de ola que se veía en los dibujos animados: como un chorrito alto y al final mucha espuma y que la fuerza del agua la sostenga.
Volar no estaría mal, para nada. Ver un bosque, mirar el bosque por horas. De regreso de la profundidad traer flores brillantes que respiren un mismo compás con el cuerpo que se habita, texturas leves bastarán de abrigo.
Traer, a su vez, una flor de cardo, para no olvidarse de niña, disfrazada de soldadito, con pechera y sombrero de cartulina y zapatillas ortopédicas.
Se recordó infinita entre la fuerza de sus brazos. Infinitud de cuerpo diminuto. Apenas líquido.
Tan solo unos días atrás vio el mar y le dio miedo. Nada puede estar bien.

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