viernes, 29 de mayo de 2009

Arte y acción social

A la veda de la ruta hay una gran finca.
Al lado una señora que con un palo recién cortado arrea las ovejas.
Los remolinos atraviesan los campos hasta llegar a la carretera.
Algunos cabritos flacos caminan juntos más allá del alambrado.
En los drugstores de las estaciones de servicio hay aire acondicionado bien fuerte.
Hay una esquina y hay un kiosco pintado de celeste, la pintura gastada a la altura de donde las personas apoyan el pie cuando se dejan ser sobre la pared por un rato. Con sed, o quizás cansados del camino y del sabor a cola barata.
La presidenta ahora es una señora con el pelo color morado y bucles artificiales. Sí, bucles artificiales.
Del otro lado del océano, la profesora insiste con un powerpoint aburrido en lo radical de la acción política que el arte debe ejercer.
Era la única argentina en el medio de la clase y entonces le preguntaron a ella:
-Igual, dijo. Tucumán está igual.

El deseo

Quiero gritar! Por qué no puedo? No puedo enloquecer, siquiera. No puedo decir lo que pienso porque no tengo pruebas. Porque no me las quieren mostrar. En esta forma de vida en que las mayorías eligen pero todo se decide bajo otras sábanas no está permitido decir la verdad. Eso ya lo sabíamos, de acuerdo. La verdad. La están disfrazando con mucho rímel y medias traídas de algún viaje transoceánico. La chica detrás del mostrador te muestra una sonrisa pero no le creas. Por favor no les creas. No son los dueños de lo que se puede hacer y de lo que no. No tienen las ideas. Sólo están convencidos de que eso que muchos quieren les pertenece y lo único que logran es permanecer. Van a permanecer, van a permanecer. Están conminados a la permanencia. Los declaro marido y mujer de la permanencia ¿y a sus descendientes? Mejor ahora ni pensar.
Tienen su sitio ahí donde son capaces de ocupar el aire que es de todos (de todos! Por Dios, de todos!) con palabras que endulzan con eso que tarde o temprano nos declara cáncer. Y la belleza se diluye en ese espejo en el que se miran tantas horas al día.
Ahora los veo bien: están arrugados, con ampollas, llenos de ronchas, grises. Sus camisas, sus vestidos, sus zapatos, sus objetos de diseño, sus aros, sus caramelos de fruta y azúcar brillan pero son la cáscara de una nuez chamuscada por dentro. Seca. Rota. Aplastada.
Será otro el camino que yo elija: lo supe siempre?
Que Vainilla Sky sea su cielo. Que se den cuenta demasiado tarde. Que las flores se marchiten a su paso. Que la fiesta siempre sea en otra parte.

jueves, 21 de mayo de 2009

La chica del tiempo

Bueno, ya estamos. Jezi, 5 minutos.
Se cierra la puerta del camerino y Jezi rompe en llanto. Es que no aguantaba más, después de anoche. El baile que tuvo. No se puede, así no, así no.
A ver, cambiá un poco la cara nena, que así al aire no podés salir. Qué te ponés hoy? Dejálo. Ya va a volver…Ahora a todos les agarran estas crisis de existencia y empiezan por la novia, es lo que más a mano tienen. No te preocupes, te digo, no seas boba. Toda una carrera por delante tenés. Me acuerdo que cuando me peleé con mi primer novio, no era tan joven yo, claro. Pero me acuerdo que entonces tenía este jefe gordito. Qué panza que tenía!!! No era de esas enormes de los gordos que se les caen como un labio de esos medio deformes, viste? No, era una panza…grande, sí, pero tensa, siempre tensa. Y su cara? Mejor ni hablar. Bueno…mejor sí. Parecía Pablo Mármol. Te juro. Igual. La cara, el pelito así como con el flequillo que hace de techo, las manitos chiquitas, era bajito también, todo, y medio pardito, así que…completo. Bueno, que este jefe me decía: sabés todos los barrios que te faltan? Tenía razón el gordito. El día que se puso nervioso por el nacimiento de su hija, tuvo un parto complicado la mujer, pobre: se comió un pollo entero él solo. Ese día él dice que empezó a ser gordo. Antes tenía dos hijos, ya. Dos varoncitos. Todos gordos. Se ve que los crió igual que él. Los quiereeeee, uffff, te hablaba todo el día de ellos. Como si hubiera tenido un Mozart, un Schumacher (el corredor) y una …no sé, supermodelo o bailarina clásica de estas que se pasan la mitad de la vida en Nueva York y te vienen a ver, con suerte, para Navidad. Cuando cumplió 50 años le hicieron la fiesta más…sí! bizarra a la que iré jamás: un salón alquilado, los mozos entrando en la fiesta con las bandejas con fueguitos prendidos y destapando las bandejas. Qué traían no me acuerdo. Pollo, seguro. Un tío que leía eternamente unos poemas que qué suerte que me olvidé y tres violinistas. Sí, tres violinistas, antes de largar la pista de baile. Nosotros no lo podíamos creer ahí en la mesa. Y teníamos la sensación tatuada en el rostro, así que imaginate. Qué hacés? Nooo, no…no llorés que se te corre el rímel que te puse recién…A ver, vamos a abrir un poco acá, así te da el aire. Aunque este pasillo tiene cada día más olor rancio. Se debe haber muerto un viejo acá y nadie lo reclama. Yo ni avisaría tampoco, para lo que son…El otro día vino T. No digo nada porque viste acá todas las víboras que hay…Negriííísimo estaba. Más que de costumbre, eh? Se debe haber dormido arriba del interruptor de la cama, el encargado, digo, y por poco lo deja hecho cenizas. Eeees bueno, ya sé. Con eso no hacemos nada igual, eh? Estás mejor ahora, ves? Qué lindo te queda el rosa!!! El esmalte está bien. No, no es mucho. A la gente le gusta. Parecés más señora. A ver…pffff (sopla). Ya estás, no pestanees por un rato. No llorés, nena, con todos los hombres que hay…
Jezi se queda sentada, las manos apoyadas sobre la falda. Su rostro es el gesto que quiere que el día se acabe rápido. Se para, se estira el saco, ve la luz roja que se apaga. Esboza una sonrisa, está del lado derecho de la pantalla con el mapa y las nubes y los soles y los número y los signos de grados.
“Se avecina un temporal por zona norte. Bajas temperaturas para el fin de semana. Nubosidad variable hacia el mediodía con vientos fuertes del sector sur. Poco cambio de la temperatura para lo que resta de la jornada. Y …un frente abierto de sentido común para las mayorías que tanta falta hace, eh? En tiempos pre-electorales…
-Oi…Qué le pasa? Se volvió loca…
Hasta mañana, Joaquín. gracias…”

Llamado a la solidaridad:

Soli!!!!!!
daaale, apurate...!!!!

miércoles, 20 de mayo de 2009

matadooor, matadooor

Aún hay circos que ofrecen espectáculos con animales, como el que está ahora en Santiago.

Detrás de esas funciones se esconde la tortura. Para conseguir que un oso con falda ande en bicicleta, un elefante haga piruetas, o un tigre atraviese un aro de fuego, los domadores utilizan látigos, collares de ahorcar, instrumentos para picar eléctricos, ganchos de metal, barras de hierro, estacas con pinchos y el condicionamiento del hambre. Los domadores no son sus amigos, son sus torturadores.

Estas actividades forzadas y deprimentes están precedidas por un entrenamiento bajo condiciones de crueldad y terror que vulnera sus patrones naturales de conducta y sus derechos a vivir en libertad en su medio. Los animales actúan por el miedo ante la visión del látigo y las palizas que asocian al mismo.

Con los elefantes, se utiliza un instrumento metálico de dos puntas que se les clava detrás de las orejas, en la panza, en las plantas de los pies, bajo el mentón, dentro de la boca y otras zonas del rostro o en los genitales. Para dominar a los osos se les coloca un aro y una cadena de hierro que les perfora el hocico.

El dominio no es bajo susurro, es fruto de la tortura después de largos viajes que responden a la necesidad de maximizar la cantidad de espectáculos de la empresa, independientemente de las necesidades de los animales, que viven en jaulas.

Los países que prohíben circos con animales van en aumento: Canadá, Finlandia, Suiza, Suecia, Dinamarca, y muchas ciudades como Río de Janeiro o Barcelona.

Hay vídeos en la Red que nos abrirán los ojos. Faltamos nosotros.

Victoria Rozados. Santiago de Compostela.

El país, lunes 18 de mayo de 2009,

Cartas al director.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Amor propio

Vení a mi casa. Cuidá de mi perro. Alimentá a mis peces. Dormí en mi cama. Comé en mi mesa. Conocé a mis vecinos. Mové los labios mientras buscás el sitio donde guardo la regadera. Palpá varias veces sobre la pared hasta encontrar el interruptor del baño. Atendé mis llamadas. Encendé la computadora y usala. Comé del pastel que hay en la heladera. Escuchá cada uno de mis discos. Repasá los libros de mi biblioteca con la punta de tus dedos. Ensuciá el espejo del baño al lavarte los dientes y salpicar. Abrigate con mi ropa. Muramos un ratito cada vez que recordemos.

No te olvides de sacar la basura. No limpies por la mañana. Abrí la ventana y respirá todo el aire que sea posible. Caminá los diecisiete pasos por el pasillo de puntitas mientras el frío te cala desde los pies. Oh, la cafetera derretida hablará por mí también. La despensa está repleta, vengate.

Con los codos apoyados sobre la mesa y las manos sosteniendo la cabeza, soñá que todo es un principio.

 La habitación aún te respira.

No te olvides nunca de mí. 

viernes, 8 de mayo de 2009

Bueno...Orwell, lo que se dice Orwell, no.

El programa empezó a las ocho, como cada vez. Florinda lo miraba mientras planchaba la parva de ropa que se juntaba todas las semanas. Las camisas antes que nada, porque sino después estaba cansada. El rociador turquesa de plástico se estaba por caer justo cuando trataba de alcanzar el termo. Ya era medio tarde pero igual quería tomar unos mates más porque aquella tarde llegó a cualquier hora del centro. Insoportable el Centro. Manifestación frente al Banco Nación y todos los colectivos dando vueltas por ahí porque no tenían paso en San Jerónimo. Esa calle que le parecía tan linda hace un tiempo. Ahora había mucho humo y tan negro. En el trole se había cruzado con una madre con tres hijos pequeños. Por ahí nomás dos eran sus hijos y el otro un vecino. Mmm, no. Eran todos hermanitos porque cantaban y cantaban todos juntos. Qué entonados que eran. Se habían sentado del lado derecho, contra la ventana estaban.
El programa había empezado ya, pero Florinda se perdió los primeros minutos porque estaba buscando la frazada y los retazos de tela que usaba siempre. Susana todavía no aparecía, se la escuchaba hablar de una crema antieish de Avón y las imágenes mostraban la caja, la crema, la caja con el nombre, el nombre más grande y una rosa roja al lado.
-Ay, pero qué linda estaba Susaaaaana. Con un vestido azul y ella que es tan rubia, qué bien le queda, eh…El reloj era el más bonito de toda la semana…los otros son muy grandes. Y los zapatos? Ayyyy, los zapaaaatos.
La conductora estaba sentada en su sillón en forma de L y blanquísimo. Sostenía con la mano derecha una placa con unas hojas que seguramente tenían letras grandes y estaban en imprenta.


La conductora deja de estar sentada para acercarse a otra parte del estudio con un escenario vestido con un telón.
-Hoy se cumple, la décimo novena semana!! Ya estamos en los últimos días…qué rápido que pasó, no?
Llega el momento de presentarlo a él, mi amor, que está esperando ya hace rato para salir en cámara y no me dejan llegar al bloque. Ustedes ya lo saben, se llama … -cómo se llama? (hace un gesto rápido y mira al costado). Se llama Mauricio, tiene 27 años y es de Castelar. Bueno… no le podemos preguntar qué tal está el barrio porque no habla. Sí!!! Mauricio no habla desde que cumplió los tres y vio a su abuela teniendo, bueno…sí, practicando sexo con una oveja en el fondo del patio. De ahí comenzó con los otros síntomas… les pareció a los padres que algo raro tenía. No podía ir de cuerpo y desde entonces que no va. No se tira pedos, ni eructa. Ni hablar de saludar a la mamá cuando le llevaba la leche a la cama. Se levanta, sí, camina por la casa, a veces se lo encuentran contra la ventana, la baba en el vidrio, los dedos dibujando cosas que no se entienden.
A ver Maaauricio, qué divino, le sacamos el micrófono, mejor, no? Hace como esos ruidos que me ponen un poco nerviosa. Fuerrrrte ese aplauso para Maaauricio que nos tiene a todos tan emocionados. Hoy con la mamá que está en el estudio… Dónde está la mamá? La mamá está cerca de un camarógrafo de sweater verde y la enfocan y ella saluda con la mano y se ríe ampliamente.
Maaaauricio, pero qué bonito (ppddddd, suena el micrófono de la conductora como si lo tuviera muy cerca y estuviera desaprobando las palabras que acababa de decir, en un acto reflejo). Miren las manos, le hicieron las manos se ve. No te tenés que comer las uñas Mauricio, eh…no, te hacés mal, mirá…Ay me quiere agarrar, bueno, bueno, cómo estás? Chiquitito…creí que eras más petizo, mirá. Ay, a ver, a ver, me tirás un poco el pelo. Eso, Gustavo, ayudame, que se corra un poco, no, no pasa nada…
La conductora hace una pequeñísima pausa al hablar. Mira fijo y entonces prosigue:
Ah, bueno. Le vamos a poner una canción, que a él le gusta, dice la mamá que siempre que la escucha mira como fijo algo y parece que se ríe. No, no. No te metas los dedos en la nariz…Que le agarren el pelo con algo, ahí, a ver, no tienen algo para ponerle, se lo va a enredar todo. Bueno…qué linda esta música, eh, Mauricio? Ah…yo bailo? No, no quiero. No quiero. Tiene calor, parece, a ver, ay no!!!!, que se va a sacar la ropa? No. No. Mauricito, escuchá, escuchá que esta es la canción que más te gusta:

Diamanda: Don't Want no short dick Man
Don't want no short dick man
Don't want no short dick man
Don't want no short dick man

Iny weeny teeny weeny
Shriveled little short dick man
Machito: Ponete a brincar ponte a brincar
Ponete a brincar ponte a brincar
Diamanda: Iny weeny teeny weeny
Shriveled little short dick man
Machito: Ponete a brincar ponte a brincar
Ponete a brincar ponte a brincar

Susana:…pónte a brincar, pónte a brincar, ponte a brincar pon pon pon pónte a brincar. ¡Bailemos un rato todos juntos a ver si se relaja! Tini winy tini winy tini wini short dick men…pónte a brincar, pónte a brincar. ¡Uya! Me parece que no quiere nada la canción, eh? Qué dice la mamá a ver, a ver, ahí viene la mamá…Ah, no? No quiere saber nada con la canción ahora…

La conductora sólo gesticulaba pues su micrófono había sido silenciado.
El sonido de la música desapareció a través de ese efecto que supone una succión.
La imagen se cortó de repente: era Mauricio con el mameluco azul puesto hasta la cintura, apenas se podía adivinar su rostro moreno, los ojos abiertos más allá de su órbita. Movía la cabeza de un lado al otro sin parar y parecía que saltara.
Para cuando apareció el logo del canal, se trepaba de los barrotes de la jaula.