viernes, 29 de mayo de 2009

El deseo

Quiero gritar! Por qué no puedo? No puedo enloquecer, siquiera. No puedo decir lo que pienso porque no tengo pruebas. Porque no me las quieren mostrar. En esta forma de vida en que las mayorías eligen pero todo se decide bajo otras sábanas no está permitido decir la verdad. Eso ya lo sabíamos, de acuerdo. La verdad. La están disfrazando con mucho rímel y medias traídas de algún viaje transoceánico. La chica detrás del mostrador te muestra una sonrisa pero no le creas. Por favor no les creas. No son los dueños de lo que se puede hacer y de lo que no. No tienen las ideas. Sólo están convencidos de que eso que muchos quieren les pertenece y lo único que logran es permanecer. Van a permanecer, van a permanecer. Están conminados a la permanencia. Los declaro marido y mujer de la permanencia ¿y a sus descendientes? Mejor ahora ni pensar.
Tienen su sitio ahí donde son capaces de ocupar el aire que es de todos (de todos! Por Dios, de todos!) con palabras que endulzan con eso que tarde o temprano nos declara cáncer. Y la belleza se diluye en ese espejo en el que se miran tantas horas al día.
Ahora los veo bien: están arrugados, con ampollas, llenos de ronchas, grises. Sus camisas, sus vestidos, sus zapatos, sus objetos de diseño, sus aros, sus caramelos de fruta y azúcar brillan pero son la cáscara de una nuez chamuscada por dentro. Seca. Rota. Aplastada.
Será otro el camino que yo elija: lo supe siempre?
Que Vainilla Sky sea su cielo. Que se den cuenta demasiado tarde. Que las flores se marchiten a su paso. Que la fiesta siempre sea en otra parte.

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