miércoles, 28 de octubre de 2009

Plagio

Te quiero para mí. Tres horas? Toda la mañana.Un día. Dos días. Una semana. Tal vez sean unos años finalmente. Muchas horas de caminar juntos. De la mano. Mirando la televisión o el atardecer. Morir de poesía con cada paso de a dos. El momento en que estás pero todo lo que eso indica también. La sensación de eternidad de ese momento. La eternidad hecha una tonta por culpa del amor.
Te lo iba a decir y te invité a que me acompañaras al supermercado. Mientras pasábamos por la góndola de los cosméticos, frente al algodón y los jabones, pensé que tal vez eso que estaba sintiendo iba a ser dicho. Tuve un deja vu. No podía dejar de mirarte pero mejor si no te dabas cuenta y entonces te hablaba de cuánto mejor sería la ciudad si tuviera el río recuperado. Seguí controlando la situación hasta que llegamos adonde estaban los guantes y tardamos un rato eligiendo el color. Un par para el baño y otro para la cocina. Caminamos lento hacia las cajas. Te tomabas el momento con mucha calma y contemplabas los productos de alrededor abriendo los ojos bien grande y sonreías con todo el rostro. Podría estar sonando Morrisey y sería perfecto, el momento ideal, pensaba. Pagamos con cambio y salimos sin problemas. Si tan solo fuera yo un poco menos yo...
Volvimos a casa y propusiste tomar mates o café y preferimos mates. Buscando los fósforos me rozaste el brazo. Cerré los ojos apretándolos fuerte para guardar ese instante por mucho tiempo más.Después abriste la puerta de debajo de la alacena para buscar la yerba y me llamabas por mi nombre a propósito de la imposibilidad de encontrarla. Lo hiciste varias veces y entonces pude saber que era verdad que estabas ahí. Que no era tu holograma. Me transpiraban las manos. Con frecuencia me pasaba, pero ahora más, claro. Decidí ir al baño.
La soledad era lo necesario en casos así. Tomé la cortina de la bañera y la estrujé con fuerza. El plástico quedó un poco marcado por semejante ímpetu. Pensaba con mucha dificultad en todo lo que estaba ocurriendo. Se me aparecía Anita, en domingo, con su vestido a rayas, de algodón y el cuello como de camisa en color azul eléctrico. Me llenaba de palabras la cabeza, las batía después, a nieve las batía y entonces yo salía de su casa y todo lo que tenía que estar diciendo en ese momento fluía como espuma fresca de licuado en verano. Pero, pero, pero, pero, pero...Silencio. Anulización. Paralelismo de situaciones previas. Lelismo puro. Petrificación de extremidades. Capacidad de articulación de palabras en términos de coherencia: vedada. Junto el dedo índice con el pulgar, todavía puedo hacerlo y entonces, cierta tranquilidad. Suspendido en la violencia de esa situación, violenta de lo intrigante para todos menos para mí que sé el final desde la hora primera. Con permisito Monchito, me diría unos años atrás y reiría frente al espejo y la besaría largamente...
Ahora necesitaba un trago. Son las tres y media de la tarde de un martes, pero eso no cuenta. Saldría despacio, del baño y por la puerta principal, luego. Iría hasta el bar de la esquina o a la farmacia. Sí! a la farmacia! O llamo a la homeópata de mi tía Nena que prepare unos líquidos para la tranquilidad. El kiosco más cercano es tristísimo. Verdad sabida por demás que cuando los kioscos están malprovistos adquieren ese irremediable halo de melancolía. Oia...no se escuchan ruidos. Te habrá pasado algo? Hubieras gritado y lo habría escuchado. Será que ya te fuiste? No se escuchan ruidos. Será que ya lo sabés todo a esta hora? Es eso: ya lo sabés. Lo supiste en el minuto 465 y de ahí no hacés más que dejarlo pasar. Oh, por Dios, sos preciosa. No puedo. ¿Cómo entraste a mi casa? ¿Acaso volás? Eso. Por ahí voy a ir. Te voy a derretir. Con tan solo una mirada. Perturbadora, segura, incisiva, mordaz. Acudirán a mi ingenio unas cuantas frases ocurrentes de esas que surgen cuando estoy “colocado”. Sí! Que acudan, que me sacudan. Que si invocara a algún Dios venga tan pronto que no me de tiempo a medir mis fuerzas, ya devastadas por cierto, de todo el trajín del pensar. Ya se sospechará a esta altura que cuando te miro te digo cosas...todas las cosas que te digo cuando te miro y ahora ni me sale un balbuceo tímido de chico de trece años que gusta de una de 16. Atragantado de sentir estoy. La existencia marcada por la duda que está en mi piel y no se quita con maquillaje. Tampoco usaría maquillaje, excepto que la fiesta sea de disfraces. Me corresponderías. Sí que lo harías. Me inventarías esos apodos que tanto me van a gustar. Me cortarías el pelo si te lo pidiera. No me enojaría si me queda mal. Me ayudarías a lavar el auto. Me acompañarías a ver a mi abuela los domingos y me llevarías el desayuno a la cama con algún mensaje original de regalo. Basta de nóminas que parezco una publicidad de cerveza.
Estás del otro lado de la puerta. Lo presiento. Voy a salir.
Y que me parta un rayo si, al decirnos, tampoco esta vez logro invocar una belleza que se te parezca apenas.

jueves, 22 de octubre de 2009

Luego existo

No quiso pisar el suelo ese día,
pensó que mejor flotarlo.
vio por la ventana un buen rato,
con el mentón pegado al vidrio,
comenzó un juego con las figuras que el vapor le regalaba.
Había cierta tranquilidad en las canciones
había que burlar la distancia
En la percepción de las horas habría la prisa
Un vestido azul eléctrico y con brillo para su piel blanca y con pecas.
Quiso fresas, almendras y un rubí.
Una inmovilidad lograda, apenas, frente al espejo y con el rimmel en la mano
Un abrazo infinito siempre a punto de alcanzarla
La lumbre en los ojos buscando
ese pedacito de certeza,
como bordada a la belleza de ese instante.
Malabarismo sentimental.
Atleta de lo imperfecto.
Mordisco siempre al vacío.
Aún sueña con gusto a maracuyá
Un trono de papel,
por malaprendida, caprichosa, injusta.
Un murmullo de mosca atontada pregunta.
De cara al viento,
la noche amanecida iluminando sus rasgos,
una calma aparente echada en la sangre,
en la penumbra de los fuegos artificiales,
suelta una mueca de corazón enloquecido.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Atención!

La escena internacional está alarmada o no sale de su asombro o se le llenó el culo de preguntas. Atónita e impedida de cualquier gesto, asiste a la escena y su estupor al revisar la noticia se vuelve, cada vez, una amenaza mayor. La novedad habría estado circulando desde hace meses en la cabeza de algunas niñas que de a poquito y con impaciencia se van despertando del letargo en el que yacían de un tiempo a esta parte. El titular del matutino de mayor tirada del país rezaba: No sólo serían los Grandes Relatos los que se caen.
Luego de que aquellas teorías colosales que servían para explicarle al hombre su devenir hayan sido declaradas insuficientes, también esas certezas personales con las que cada uno cuenta para resolverse en la cotidianeidad más mínima y en los momentos en que se abraza al universo entero, se están despegando de su sitio para correr lejos.
Otro cantar. Un clavo saca otro clavo. Capaz, pero igual lloro. ¿Y si las lágrimas fueran la lluvia que no se decide a visitarnos un día o varios? ¿Será que a ella también le da pereza moverse, pero en cuanto se atreve quiere quedarse un tiempo y algo cambiar?
Todo será frágil e irrefrenable por algún tiempo: los malos modos, las espadas, las equivocaciones, los alfileres, lo postergado, una pistola sin estrenar, lo mal dicho y lo mal hecho, los cuchillos, las malas interpretaciones, las discusiones y los reproches, las dagas que caerán una por una hacia el cuerpo sin música.
Mejor alejarse un poco, mirarlo de lejos y pensar que, por la parte más hermosa de lo humano y fatal, amaremos por siempre ese dibujo malogrado.

lunes, 31 de agosto de 2009

Mujercitas

Me gusta cada día más un universo al que todavía no le encuentro el nombre. Tiene de todo para compartir, divertirse, llorar, emocionarse, bailar, compenetrarse con las historias de otros y soñar exilios serranos.
Ahí, viven las señoritas siempre arregladas, no importa si por dentro están ardiendo de ira. Y las otras que pueden ser grunge, usar polleritas ajustadas, vestidos de Chanel, el pelo corto o larguísimo y hacerse rubias superpoderosas de un día para el otro.
Claro que ahí también caben las que bailan sin parar al son de una bachata y son ellas las que sacan a bailar. No estamos de reivindicación de género, no, no. Estamos de reinvención dominical. Para salir para afuera y ver un poquito más allá del teléfono que tampoco hoy va a sonar.
Vuelvo a decir que me gustan esas señoritas que, con las amigas enfrente, piensan en el matrimonio y en la mesa hay unos cuantos vasos de Coca-Cola y queso y salamines. Sí, salamines. Y entonces una sugiere tocar el chelo y la otra le dice que es mejor inventar que se va de viaje: los príncipes de reino más o menos marchito aparecerán por las alcantarillas, a la vuelta de todas las esquinas, desde detrás de los bancos de la plaza, en el asiento de al lado del colectivo, en el semáforo, en la cola del Rapipago con una flor de girasol en la mano.
No me quiero olvidar de nadie y entonces recuerdo a las otras señoritas que tiran cosas cuando están enojadas, a las que saben de más cuánto es el tiempo transcurrido desde el último beso que mereció la pena ser dado, a las que se muerden los labios sin querer en el medio de la pista y a las que gritan casi todo el tiempo que la vida está ahí, de su lado, y se la van a devorar sin miedo al ridículo.
Si me dejo llevar, y sí que lo hago, pienso en las chicas a las que se les caen las cosas de adorablemente torpes que son. Las mismas que con ese ímpetu de avalancha despliegan la conversación sobre películas y galanes y libros y cuadros y monerías contemporáneas y ropa y accesorios y ofertas y ferias y formas de hacer cine y canciones y series televisivas y otra vez galanes, pero de los que te encontrás apoyados en una columna de la discoteca, sin saber qué hacer con todo eso que sienten.
Cómo las quiero…¿Cómo?
Cuánto las quiero, sería la pregunta y diría que es tanto que no me quiero ir muy lejos de esta hoja nunca más.

viernes, 21 de agosto de 2009

Dijo "papá"

Ojalá que ese amigo de él no me diga otra vez el chiste del burro porque ya de tanto achicar los ojos y mirarlo de lejos, como examinando, por no saber si reír exigidamente o arrancarme del sitio de un tirón y salir por la puerta…me vuelvo vizca.
Esperaba historias nuevas: que me cuente las especies de los árboles que hay ahí fuera o los años en los que se hicieron las casas del barrio de más allá de las vías del tren, pasando la parte de la bicisenda. Algunas bicisendas del pueblo tienen nombre de personas y los contenedores de basura los nombres alguna promoción del colegio comercial.
En la panadería la señora que atendía siempre se jubiló. La que está ahora, cuando está de humor habla mucho. En cuanto me agota miro a los costados, a ver si se entera. Su cara se agranda a veces, como una sandía. Le empiezo a ver cara de sandía y mejor me enfoco, porque sino…
Al tercer día que lo fui a ver me hablaba de cuando perdieron no sé cuál campeonato. Lo amo más todavía cuando se detiene en los detalles de los apellidos de los que jugaban con él y cuando nombra también por apellido a las personas que viven en la cuadra donde funcionan la Asociación Voluntaria de Bomberos del pueblo. También cuando hablamos de los dueños de las casas por las que vamos pasando mientras caminamos y nos ocupamos de analizar las aberturas elegidas, los colores de las fachadas, la ubicación de los frentes, los terrenos que son más escuetos y entonces ahí los arquitectos hacen sus artimañas y chanflean las puertas, como si no nos diéramos cuenta…
Me contó que su amigo R. está mejor, pero ya no puede jugar al paddle. Y que ahora consiguieron más gente para el grupo de los que alquilan el club, así no lo cierran. Y que esa noche vamos a ir a cenar con unos amigos después de su clase de tango. En el restaurant-parrilla de la ruta al lado de un hotel, elegimos la mesa que da contra la pared y está la foto del dueño con un ganadero fuerte por prepotencia de hectáreas. Será que es amigo del juez, también.
Le diré un día, sin vergüenza, que me la paso muy bien ahí, mientras acomodo los escombros de una casa que nunca se va a caer del todo, mientras me alcanza el recuerdo y aprendo un abrazo, mientras planeo sobre los pensamientos y a veces lloro, mientras las siestas detienen el tiempo.

jueves, 13 de agosto de 2009

God save the Queen

Ella vive en los barrios del norte de la ciudad. Ella baila siempre en la misma disco y veranea con sus amigos en sitios de moda. Ella confirma ciertas reglas con cada uno de sus días, como todos lo hacemos, pero quizás lo recuerde así, ahora, porque me resulta más difícil cada vez abandonar la costumbre de indicar el lugar desde donde pensar las cosas que me parecen, antes que nada, injustas.
La encontré camino a mi trabajo. Estaba espléndida, a su manera: despojada de las estridencias. Venía de su casa, me dijo, estaba ahí de paso, ella nunca viene al centro. Te lo dice cada vez que puede.
Se ve que no le gustan las señoras vestidas de invierno con esos sacos gigantes como su cuerpo, que son negros y de lana sintética y tienen dibujos que casi siempre no dicen nada más. Tampoco resulta una distracción agradable a su vista ver a la gente comer helados sentados en los canteros de la peatonal, peinarse con gel y raparse a la altura de la nuca y usar jeans ajustadísimos, colores fosforescentes y cadenas de oro hasta en la muñeca. Tal vez la cuestión sea que en realidad lo que le molesta es el grado de literalidad en lo popular, la imposibilidad de trascendencia a esos mensajes que dicen lo que se lee. O que insistan en escuchar todo el tiempo canciones de amores y engaños, aunque si se detiene un momento sobre este pensamiento se da cuenta que es ahí donde su barrio y el de ellos se vuelven vecinos. De seguro que lo que más la enoja sea la falta de concentración de estas personas para descifrar el código de las tandas publicitarias que viene cada vez más dispuesto a mofarse de la realidad, a tomarse el pelo a sí mismo y siempre interpretar al más pija de la clase. Será tal vez que no confía en que un día ellos serán la masa que se subleve y en su insurrección nos libere de la opresión de estar cada día más cerca de lo que no se deja sentir.
Quizás la explicación se encuentra en que a ella le desagrada, tanto como a mí, la idea de que ninguno de los sueños que el cuerpo no se rinde a dejar de soñar serán verdad.
Por nuestra culpa, sí y la de un puñado de burócratas impedidos por la eternidad para escuchar el Himno a la Alegría.


jueves, 30 de julio de 2009

Media Naranja

Si no fuera que es pequeño y muy fuerte y que mordisquea en tu conciencia como sabiendo por dónde estás y que señala las cosas que están mal y se enoja mucho cuando no querés aprender. Que siempre tiene un 10 en declamación, que su cabecita parece estar despierta todas las horas del día, que manipula los objetos con determinación y cuidado y que la gente está empezando a aburrirle más a menudo que antes.
Si no fuera que le sigo de muy cerca, que ya puedo adivinar sus respuestas, que sé dónde dejó ese sweater que está buscando.
Si no fuera que pienso que es difícil de encontrar esa espada con la que atravesar los días en que el viento se vuelve cruel de frío.

Tarjeta postal

Es la noche de año nuevo y son casi las diez y mi papá me da las llaves de la camioneta y me dice que si por favor puedo ir a buscar el cordero. Luego me da unas asaderas, de las más grandes que hay en mi casa.
Recorro las calles que me llevan al lugar que me señalaron y al final de las indicaciones me encuentro con una casa bajita, pintada de un color amarillo que esa noche clara dejaría notar.
Abro una puerta de hierro liviano, que está a la altura de mis rodillas, hay un garage al fondo y en el camino están las huellas de automóvil y un tímido pasto que marca la izquierda y la derecha. Ya puedo ver dónde están asando el cordero y es un sitio con varias parrillas y es también un patio lleno de plantas bien cuidadas. Hay geranios, aloe veras, algunas palmeras pequeñas, unas enamoradas del sol en macetas que no tienen nada pintado y muchos árboles que son paraísos.
Está la familia entera en el patio. Todos lucen dispuestos para la celebración: bañados, vestidos con lo mejor de su guardarropas, peinados y perfumados también. Están sentados en dos hileras de sillas que se agrupan en torno a un tablón de esos de madera sostenidos por caballetes.
El señor que se encarga de asar los corderos es muy amable y antes de que pase nada más me pregunta: vos de quién sos?

viernes, 10 de julio de 2009

Triple X

¿De dónde sale esa mirada brumosa que se afina con cada paso para convertirse en algo cada vez más nítido, tan nítido que corta?
¿De dónde surge esa voz puntiaguda que suelta todo en lo que no cree para dejar atrás nada excepto un puñado de pensamientos moluscos, por la vibración con que nacen, por lo volátil de sus sustancias?
Porque la efervescencia del sentimiento de lo bueno, de lo bellísimo, de lo amable, de lo agradable al diálogo logra una inmaterialidad tal que se desprende rápido de su efigie, cualquiera sea, y entonces ¿hacia dónde ir?
¿Cuál es el vínculo con lo palpable de ese oír convidado de lo más exquisito del manjar? ¿De dónde proviene la sensación de flotar sobre las cosas de mano de las alas de una inspiración divina que se hace propia porque sino, no se escucha?
¿Cómo explicar la causa del deseo de vivirlo todo de nuevo pero más despacio, por favor más despacio?
Las razones acudieron a la cita en forma de un agujero de carne rosada, con forma de labios que de tanto querer gritar y no poder, ardía.

El golpe

Las manos que siempre le gustarían porque eran suaves, muy suaves, inusualmente suaves y pequeñas de manera nunca deseada. Flexibles para jugar, perfectas para llevarte a cualquier sitio y decir que eras para él.
Esas manos eran las más bonitas que nunca sintió, esas manos que le tenían un poco de miedo a la mirada ajena, más que el resto del cuerpo, quizás. Las mismas que se deslizaban por la espalda una y otra vez de arriba abajo, de abajo hacia arriba en esos momentos en que es preferible no decir nada.
Las manos que se estrechaban con las de cualquier otro y ella sin saber qué pasaría entonces cuando otras fuerzas le hicieran frente. ¿Sería lo mismo?
Dejaría de pensarlo alguna vez. Se esfumarían las huestes de imágenes del amor que en un momento no pudo más con el abrazo y entonces mejor la distancia.
Le perdonaría todo, menos sus manos.

lunes, 29 de junio de 2009

Status

Estás confundido y la voz en tu interior es un porteño, early 90's, que no hace sino espetar un siempre imperativo "tomatelás".

Cliché

Se te cae todo. Las cosas, se te caen. Los músculos se atormentan de la sola idea de tener que moverse.
El color de pelo tiene que cambiar. Las maneras de decir tienen que modificarse. Ya sabemos de lo difícil de dar, pero de hasta cuánto no sabemos. Distingue que no será otro el que te lo cuente.
Los días tienen que pasar rápido, llenos de cosas para hacer, tareas mecánicas y espirituales. Llegar a tiempo al adiós no es una cosa simple. Nacimos preparados para lo peor, tenemos que recordarlo.
Nuevas músicas llenarán tus oídos. Los episodios anteriores dejarán su huella en aquellos muros que hemos de palpar para orientarnos en el laberinto. Los muros que se descubren con cada dolor te cuentan que ya estuviste ahí, que no pases de eso y que naciste así de fuerte, sólo que lo olvidás a menudo.
Hay nuevos vestidos para lucir. De la maleza nacerá el huerto que el trajín de la separación te impide ver.
Procurarás moverte con inteligencia. Serás una estratega del corazón o el cuerpo lo dominará todo una vez más. Y entonces, al escucharle, cada una de las palabras que él te pide pronunciarás y tus medidas serán despecho - 70 – 100.
Empecemos por donde dice Inicio. A la par de nuestros pensamientos se sienta la tentación infinita que pone a los corazones a brillar, la cursilería por la que , entonces tampoco, pediremos perdón:
Un nuevo avatar de a dos.

lunes, 15 de junio de 2009

Eco

Quería vivir en la punta de esa especie de ola que se veía en los dibujos animados: como un chorrito alto y al final mucha espuma y que la fuerza del agua la sostenga.
Volar no estaría mal, para nada. Ver un bosque, mirar el bosque por horas. De regreso de la profundidad traer flores brillantes que respiren un mismo compás con el cuerpo que se habita, texturas leves bastarán de abrigo.
Traer, a su vez, una flor de cardo, para no olvidarse de niña, disfrazada de soldadito, con pechera y sombrero de cartulina y zapatillas ortopédicas.
Se recordó infinita entre la fuerza de sus brazos. Infinitud de cuerpo diminuto. Apenas líquido.
Tan solo unos días atrás vio el mar y le dio miedo. Nada puede estar bien.

¿De a cuántos es vida?

La cabeza entumecida. Los ojos turbios, apenas abiertos. Los ojos de él, más hermosos que nunca, fijos en su memoria. Era todo pelvis. Toda la vida dispuesta a confluir ahí esos días. ¿Y en el embarazo? No se decidía a qué querer al respecto. Las crías del hombre le hacen gracia por la calle, en carritos de a dos, disfrazados de tigre, de bailarina, de súper-héroes, con una espada en la mano, y sus zapatos, sí, claro, sus zapatos.
Dije que la pelvis definía los confines del mundo. Las energías disponibles concentradas en una zona que es vida y lujuria y decepción y manía y obsesión y capricho y martirio y devoción. La pelvis que respira, late, se rehúsa a envejecer y a ser domesticada.
Y cuando muerde: qué miedo!

viernes, 5 de junio de 2009

uh, Sanky Panky

Sanky Panky + Un macho de mujer

En el marco del primer festival de cine dominicano en Barcelona, se ofreció la proyección de diferentes títulos de tal nacionalidad de forma gratuita en los Cines Verdi Park.
Revista Femenina asistió a dos de las proyecciones en el marco del festival y recogió algunas impresiones al respecto:
Ambas películas pertenecen al circuito de industria cinematográfica, son películas que han recogido gran número de espectadores y han sido recibidas con buenos augurios.
La sala repleta del cine nos dicta que el fenómeno se reprodujo en Barcelona, con muchas risas festejando el relato, primero y el acontecimiento de hay festival, luego.
Sin detenernos en detalles del argumento diremos que en ambas películas nos encontramos con elementos culturales que quizás no nos sorprendan demasiado, pero no por eso dejan de ser interesantes.
En Sanky Panky hay muchas referencias a las cotidianeidades y retos encontrados en ciertos destinos relegados en desarrollo que cuentan con una industria de turismo muy potente.
Aunque la intención –aquí- no es perseguir un debate en términos feministas, no queríamos dejar de señalar algunas asociaciones al género femenino exhibidas en ambos filmes: el modelo de mujer encontrado está ligado con el estereotipo de individuo siempre dependiente, quejoso, coquetísimo y a cargo del hogar o con pretensiones de liberación que la llevan a tomarse viajes de placer en los que queda ridiculizada a expensas del buen humor.
Entendemos las concesiones que pueden hacerse en estos términos, pero…las verdades escondidas detrás de la broma asustaron un poco contando que pisamos los umbrales del nuevo milenio.
Una buena manera de acercarnos a las maneras de ver y mostrar en otras latitudes.
Hasta hoy se pueden disfrutar de los títulos disponibles en cartelera. Luego están disponibles algunos títulos para la venta en formato dvd.
Más información en: www.cinema809.com

viernes, 29 de mayo de 2009

Arte y acción social

A la veda de la ruta hay una gran finca.
Al lado una señora que con un palo recién cortado arrea las ovejas.
Los remolinos atraviesan los campos hasta llegar a la carretera.
Algunos cabritos flacos caminan juntos más allá del alambrado.
En los drugstores de las estaciones de servicio hay aire acondicionado bien fuerte.
Hay una esquina y hay un kiosco pintado de celeste, la pintura gastada a la altura de donde las personas apoyan el pie cuando se dejan ser sobre la pared por un rato. Con sed, o quizás cansados del camino y del sabor a cola barata.
La presidenta ahora es una señora con el pelo color morado y bucles artificiales. Sí, bucles artificiales.
Del otro lado del océano, la profesora insiste con un powerpoint aburrido en lo radical de la acción política que el arte debe ejercer.
Era la única argentina en el medio de la clase y entonces le preguntaron a ella:
-Igual, dijo. Tucumán está igual.

El deseo

Quiero gritar! Por qué no puedo? No puedo enloquecer, siquiera. No puedo decir lo que pienso porque no tengo pruebas. Porque no me las quieren mostrar. En esta forma de vida en que las mayorías eligen pero todo se decide bajo otras sábanas no está permitido decir la verdad. Eso ya lo sabíamos, de acuerdo. La verdad. La están disfrazando con mucho rímel y medias traídas de algún viaje transoceánico. La chica detrás del mostrador te muestra una sonrisa pero no le creas. Por favor no les creas. No son los dueños de lo que se puede hacer y de lo que no. No tienen las ideas. Sólo están convencidos de que eso que muchos quieren les pertenece y lo único que logran es permanecer. Van a permanecer, van a permanecer. Están conminados a la permanencia. Los declaro marido y mujer de la permanencia ¿y a sus descendientes? Mejor ahora ni pensar.
Tienen su sitio ahí donde son capaces de ocupar el aire que es de todos (de todos! Por Dios, de todos!) con palabras que endulzan con eso que tarde o temprano nos declara cáncer. Y la belleza se diluye en ese espejo en el que se miran tantas horas al día.
Ahora los veo bien: están arrugados, con ampollas, llenos de ronchas, grises. Sus camisas, sus vestidos, sus zapatos, sus objetos de diseño, sus aros, sus caramelos de fruta y azúcar brillan pero son la cáscara de una nuez chamuscada por dentro. Seca. Rota. Aplastada.
Será otro el camino que yo elija: lo supe siempre?
Que Vainilla Sky sea su cielo. Que se den cuenta demasiado tarde. Que las flores se marchiten a su paso. Que la fiesta siempre sea en otra parte.

jueves, 21 de mayo de 2009

La chica del tiempo

Bueno, ya estamos. Jezi, 5 minutos.
Se cierra la puerta del camerino y Jezi rompe en llanto. Es que no aguantaba más, después de anoche. El baile que tuvo. No se puede, así no, así no.
A ver, cambiá un poco la cara nena, que así al aire no podés salir. Qué te ponés hoy? Dejálo. Ya va a volver…Ahora a todos les agarran estas crisis de existencia y empiezan por la novia, es lo que más a mano tienen. No te preocupes, te digo, no seas boba. Toda una carrera por delante tenés. Me acuerdo que cuando me peleé con mi primer novio, no era tan joven yo, claro. Pero me acuerdo que entonces tenía este jefe gordito. Qué panza que tenía!!! No era de esas enormes de los gordos que se les caen como un labio de esos medio deformes, viste? No, era una panza…grande, sí, pero tensa, siempre tensa. Y su cara? Mejor ni hablar. Bueno…mejor sí. Parecía Pablo Mármol. Te juro. Igual. La cara, el pelito así como con el flequillo que hace de techo, las manitos chiquitas, era bajito también, todo, y medio pardito, así que…completo. Bueno, que este jefe me decía: sabés todos los barrios que te faltan? Tenía razón el gordito. El día que se puso nervioso por el nacimiento de su hija, tuvo un parto complicado la mujer, pobre: se comió un pollo entero él solo. Ese día él dice que empezó a ser gordo. Antes tenía dos hijos, ya. Dos varoncitos. Todos gordos. Se ve que los crió igual que él. Los quiereeeee, uffff, te hablaba todo el día de ellos. Como si hubiera tenido un Mozart, un Schumacher (el corredor) y una …no sé, supermodelo o bailarina clásica de estas que se pasan la mitad de la vida en Nueva York y te vienen a ver, con suerte, para Navidad. Cuando cumplió 50 años le hicieron la fiesta más…sí! bizarra a la que iré jamás: un salón alquilado, los mozos entrando en la fiesta con las bandejas con fueguitos prendidos y destapando las bandejas. Qué traían no me acuerdo. Pollo, seguro. Un tío que leía eternamente unos poemas que qué suerte que me olvidé y tres violinistas. Sí, tres violinistas, antes de largar la pista de baile. Nosotros no lo podíamos creer ahí en la mesa. Y teníamos la sensación tatuada en el rostro, así que imaginate. Qué hacés? Nooo, no…no llorés que se te corre el rímel que te puse recién…A ver, vamos a abrir un poco acá, así te da el aire. Aunque este pasillo tiene cada día más olor rancio. Se debe haber muerto un viejo acá y nadie lo reclama. Yo ni avisaría tampoco, para lo que son…El otro día vino T. No digo nada porque viste acá todas las víboras que hay…Negriííísimo estaba. Más que de costumbre, eh? Se debe haber dormido arriba del interruptor de la cama, el encargado, digo, y por poco lo deja hecho cenizas. Eeees bueno, ya sé. Con eso no hacemos nada igual, eh? Estás mejor ahora, ves? Qué lindo te queda el rosa!!! El esmalte está bien. No, no es mucho. A la gente le gusta. Parecés más señora. A ver…pffff (sopla). Ya estás, no pestanees por un rato. No llorés, nena, con todos los hombres que hay…
Jezi se queda sentada, las manos apoyadas sobre la falda. Su rostro es el gesto que quiere que el día se acabe rápido. Se para, se estira el saco, ve la luz roja que se apaga. Esboza una sonrisa, está del lado derecho de la pantalla con el mapa y las nubes y los soles y los número y los signos de grados.
“Se avecina un temporal por zona norte. Bajas temperaturas para el fin de semana. Nubosidad variable hacia el mediodía con vientos fuertes del sector sur. Poco cambio de la temperatura para lo que resta de la jornada. Y …un frente abierto de sentido común para las mayorías que tanta falta hace, eh? En tiempos pre-electorales…
-Oi…Qué le pasa? Se volvió loca…
Hasta mañana, Joaquín. gracias…”

Llamado a la solidaridad:

Soli!!!!!!
daaale, apurate...!!!!

miércoles, 20 de mayo de 2009

matadooor, matadooor

Aún hay circos que ofrecen espectáculos con animales, como el que está ahora en Santiago.

Detrás de esas funciones se esconde la tortura. Para conseguir que un oso con falda ande en bicicleta, un elefante haga piruetas, o un tigre atraviese un aro de fuego, los domadores utilizan látigos, collares de ahorcar, instrumentos para picar eléctricos, ganchos de metal, barras de hierro, estacas con pinchos y el condicionamiento del hambre. Los domadores no son sus amigos, son sus torturadores.

Estas actividades forzadas y deprimentes están precedidas por un entrenamiento bajo condiciones de crueldad y terror que vulnera sus patrones naturales de conducta y sus derechos a vivir en libertad en su medio. Los animales actúan por el miedo ante la visión del látigo y las palizas que asocian al mismo.

Con los elefantes, se utiliza un instrumento metálico de dos puntas que se les clava detrás de las orejas, en la panza, en las plantas de los pies, bajo el mentón, dentro de la boca y otras zonas del rostro o en los genitales. Para dominar a los osos se les coloca un aro y una cadena de hierro que les perfora el hocico.

El dominio no es bajo susurro, es fruto de la tortura después de largos viajes que responden a la necesidad de maximizar la cantidad de espectáculos de la empresa, independientemente de las necesidades de los animales, que viven en jaulas.

Los países que prohíben circos con animales van en aumento: Canadá, Finlandia, Suiza, Suecia, Dinamarca, y muchas ciudades como Río de Janeiro o Barcelona.

Hay vídeos en la Red que nos abrirán los ojos. Faltamos nosotros.

Victoria Rozados. Santiago de Compostela.

El país, lunes 18 de mayo de 2009,

Cartas al director.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Amor propio

Vení a mi casa. Cuidá de mi perro. Alimentá a mis peces. Dormí en mi cama. Comé en mi mesa. Conocé a mis vecinos. Mové los labios mientras buscás el sitio donde guardo la regadera. Palpá varias veces sobre la pared hasta encontrar el interruptor del baño. Atendé mis llamadas. Encendé la computadora y usala. Comé del pastel que hay en la heladera. Escuchá cada uno de mis discos. Repasá los libros de mi biblioteca con la punta de tus dedos. Ensuciá el espejo del baño al lavarte los dientes y salpicar. Abrigate con mi ropa. Muramos un ratito cada vez que recordemos.

No te olvides de sacar la basura. No limpies por la mañana. Abrí la ventana y respirá todo el aire que sea posible. Caminá los diecisiete pasos por el pasillo de puntitas mientras el frío te cala desde los pies. Oh, la cafetera derretida hablará por mí también. La despensa está repleta, vengate.

Con los codos apoyados sobre la mesa y las manos sosteniendo la cabeza, soñá que todo es un principio.

 La habitación aún te respira.

No te olvides nunca de mí. 

viernes, 8 de mayo de 2009

Bueno...Orwell, lo que se dice Orwell, no.

El programa empezó a las ocho, como cada vez. Florinda lo miraba mientras planchaba la parva de ropa que se juntaba todas las semanas. Las camisas antes que nada, porque sino después estaba cansada. El rociador turquesa de plástico se estaba por caer justo cuando trataba de alcanzar el termo. Ya era medio tarde pero igual quería tomar unos mates más porque aquella tarde llegó a cualquier hora del centro. Insoportable el Centro. Manifestación frente al Banco Nación y todos los colectivos dando vueltas por ahí porque no tenían paso en San Jerónimo. Esa calle que le parecía tan linda hace un tiempo. Ahora había mucho humo y tan negro. En el trole se había cruzado con una madre con tres hijos pequeños. Por ahí nomás dos eran sus hijos y el otro un vecino. Mmm, no. Eran todos hermanitos porque cantaban y cantaban todos juntos. Qué entonados que eran. Se habían sentado del lado derecho, contra la ventana estaban.
El programa había empezado ya, pero Florinda se perdió los primeros minutos porque estaba buscando la frazada y los retazos de tela que usaba siempre. Susana todavía no aparecía, se la escuchaba hablar de una crema antieish de Avón y las imágenes mostraban la caja, la crema, la caja con el nombre, el nombre más grande y una rosa roja al lado.
-Ay, pero qué linda estaba Susaaaaana. Con un vestido azul y ella que es tan rubia, qué bien le queda, eh…El reloj era el más bonito de toda la semana…los otros son muy grandes. Y los zapatos? Ayyyy, los zapaaaatos.
La conductora estaba sentada en su sillón en forma de L y blanquísimo. Sostenía con la mano derecha una placa con unas hojas que seguramente tenían letras grandes y estaban en imprenta.


La conductora deja de estar sentada para acercarse a otra parte del estudio con un escenario vestido con un telón.
-Hoy se cumple, la décimo novena semana!! Ya estamos en los últimos días…qué rápido que pasó, no?
Llega el momento de presentarlo a él, mi amor, que está esperando ya hace rato para salir en cámara y no me dejan llegar al bloque. Ustedes ya lo saben, se llama … -cómo se llama? (hace un gesto rápido y mira al costado). Se llama Mauricio, tiene 27 años y es de Castelar. Bueno… no le podemos preguntar qué tal está el barrio porque no habla. Sí!!! Mauricio no habla desde que cumplió los tres y vio a su abuela teniendo, bueno…sí, practicando sexo con una oveja en el fondo del patio. De ahí comenzó con los otros síntomas… les pareció a los padres que algo raro tenía. No podía ir de cuerpo y desde entonces que no va. No se tira pedos, ni eructa. Ni hablar de saludar a la mamá cuando le llevaba la leche a la cama. Se levanta, sí, camina por la casa, a veces se lo encuentran contra la ventana, la baba en el vidrio, los dedos dibujando cosas que no se entienden.
A ver Maaauricio, qué divino, le sacamos el micrófono, mejor, no? Hace como esos ruidos que me ponen un poco nerviosa. Fuerrrrte ese aplauso para Maaauricio que nos tiene a todos tan emocionados. Hoy con la mamá que está en el estudio… Dónde está la mamá? La mamá está cerca de un camarógrafo de sweater verde y la enfocan y ella saluda con la mano y se ríe ampliamente.
Maaaauricio, pero qué bonito (ppddddd, suena el micrófono de la conductora como si lo tuviera muy cerca y estuviera desaprobando las palabras que acababa de decir, en un acto reflejo). Miren las manos, le hicieron las manos se ve. No te tenés que comer las uñas Mauricio, eh…no, te hacés mal, mirá…Ay me quiere agarrar, bueno, bueno, cómo estás? Chiquitito…creí que eras más petizo, mirá. Ay, a ver, a ver, me tirás un poco el pelo. Eso, Gustavo, ayudame, que se corra un poco, no, no pasa nada…
La conductora hace una pequeñísima pausa al hablar. Mira fijo y entonces prosigue:
Ah, bueno. Le vamos a poner una canción, que a él le gusta, dice la mamá que siempre que la escucha mira como fijo algo y parece que se ríe. No, no. No te metas los dedos en la nariz…Que le agarren el pelo con algo, ahí, a ver, no tienen algo para ponerle, se lo va a enredar todo. Bueno…qué linda esta música, eh, Mauricio? Ah…yo bailo? No, no quiero. No quiero. Tiene calor, parece, a ver, ay no!!!!, que se va a sacar la ropa? No. No. Mauricito, escuchá, escuchá que esta es la canción que más te gusta:

Diamanda: Don't Want no short dick Man
Don't want no short dick man
Don't want no short dick man
Don't want no short dick man

Iny weeny teeny weeny
Shriveled little short dick man
Machito: Ponete a brincar ponte a brincar
Ponete a brincar ponte a brincar
Diamanda: Iny weeny teeny weeny
Shriveled little short dick man
Machito: Ponete a brincar ponte a brincar
Ponete a brincar ponte a brincar

Susana:…pónte a brincar, pónte a brincar, ponte a brincar pon pon pon pónte a brincar. ¡Bailemos un rato todos juntos a ver si se relaja! Tini winy tini winy tini wini short dick men…pónte a brincar, pónte a brincar. ¡Uya! Me parece que no quiere nada la canción, eh? Qué dice la mamá a ver, a ver, ahí viene la mamá…Ah, no? No quiere saber nada con la canción ahora…

La conductora sólo gesticulaba pues su micrófono había sido silenciado.
El sonido de la música desapareció a través de ese efecto que supone una succión.
La imagen se cortó de repente: era Mauricio con el mameluco azul puesto hasta la cintura, apenas se podía adivinar su rostro moreno, los ojos abiertos más allá de su órbita. Movía la cabeza de un lado al otro sin parar y parecía que saltara.
Para cuando apareció el logo del canal, se trepaba de los barrotes de la jaula.

lunes, 27 de abril de 2009

Mujer sobre fondo azul

Se la pasaba mirando por la ventana aquella tarde en medio de la puta pampa. Sin observar nada en especial. Sosteniendo un palito entre el dedo índice y el pulgar. Al borde de la pileta recién pintada de ese celeste intenso.
Tiene la cara un poco colorada por todo el sol de ayer. Había dejado la sombrilla chinezca en la casa de la abuela y nadie iba hasta allá para devolvérsela.
Tiene la cara ancha y los ojos apenas rasgados, pero apenas. Las piernas y los brazos y las manos gruesas. Tiene la voz tenue. Los modos más suaves. Se enoja metida para adentro. Se pone nerviosa pero no es su culpa casi nunca. Cuando tiene razón todo resulta ser muy de verdad.
Ella es una pintora. Pinta. Quizás porque no hay otra cosa que le salga mejor. Y dibuja. El día que se tuvo que levantar tempranísimo y estaba de mal humor dibujó una nena enojada con un gallo que cantaba al lado.
No tiene suerte con los chicos, no. Los chicos sin ojos, sin oídos, sin piel que vegetan en el mundo. Y los otros que están ocupados con su espejito y la admiración.
Ah…sí! trabaja de niñera. Porque el trabajo de hada todavía no está aceptado por el Ministerio.
Un día -pienso- ella va a encontrar las marionetas más lindas para jugar a la hora de la siesta.

Misa Criolla

Y entonces tuve que llegar un rato temprano para encontrar el lugar con el tiempo suficiente. Atravesé un arco con luces de colores, seis churrerías que prometen chocolate casero hecho con amor por altavoz. Hay un par de tiro al blanco por muñecos de peluche o pelotas de colores. Un puesto de dulces y frutos secos, otro de cocos acomodados alrededor de una mini fuente de agua.
La carpa dice La Latina sobre la entrada, es de colores blanco y rojo a rayas. Casi todas las carpas son así. En la entrada hay un reloj y una rosa de los vientos y enfrente está la carpa del PP y otra del PSC. Recién dos carpas más a la derecha hay una que replica un aire andaluz con una señora de vestido a lunares rojos y blancos y un rodete muy rígido y una suerte de peineta y aros grandes y brazos anchos y movimientos cortados y las manos haciendo rulitos y zapateo y las niñas atrás con vestidos de color blanco y azul, el pelo tirante, maquillaje en los ojos y los cachetes y las manos apoyadas en la cadera que miran a la señora con ganas de ser ellas las que bailen. La canción la canta un coro y el estribillo pide que al chico le lean la suerte a ver si esa gitana lo ama.
Mientras tanto, en la carpa que dice La Latina, desde detrás del mostrador se nota que la gente se aburre si la música es tranquila y no soportan mucho tiempo sin poder cantar las canciones por encima. Bailan tomados por la cintura y las mujeres ponen la mano sobre el hombro del hombre. Toman cerveza, la mayoría y sino gaseosas cola o zumos. Los que están atrás permanecen parados hasta que les llevamos unas sillas y mientras las acomodamos dudan si serán para ellos o no y dudan si preguntar o no y se acercan con miedo y entonces les damos el sí y algunos sonríen. Si les preguntamos qué quieren tomar de un modo demasiado amable se sienten desconcertados y te lo dicen con los ojos. La música suena tan fuerte que apenas se puede hablar. Desde una mesa de adelante me llaman para pedirme que les lleve dos cervezas más y que cómo es lo de los tamales. Cuentan las monedas delante de mí y me las tiran en la mano. La música sigue ensordeciendo y hay estrofas que dicen mesa que más aplauda y después no entiendo más y no me esfuerzo. Me pregunto qué encuentran ahí. Y si ponen bachata sí me gusta porque ahí hay que tomarse de la cintura y menear con la pareja y al final dar un saltito y otra vez para el otro lado. Hay olor a humo de los pollos al espiedo en versión peruana que hacen en una de las esquinas de la carpa. Las empanadas argentinas tienen una carne que nunca habitó las pampas. La pizza no la probé yo sino Marcela y me hace un más o menos con la mano desde la otra punta mientras da el tercer o cuarto mordisco. La temperatura bajó y cae mucha lluvia afuera y entonces la gente ya no quiere más feria y los que venden los globos rellenos de elio, de colores con fondo metálico se ponen todos juntos debajo de un alero que hay en el predio. Los globos se inclinan todos juntos empujados por el viento. Y cerca del puesto de helados está desprendida una parte de la carpa para que se vea de afuera y la gente sí toma helados aunque afuera llueva así. En el puesto de los pollos al espiedo de versión peruana la torta de frutillas tiene colores fosforescentes. Estoy al frente del puesto de helados por un momento. Entran los Latin King. Parece que antes eran pesados, ahora son adolescentes en masa. Puro reggaeton Latin Power en los jeans ajustadísimos de las chicas, las remeras gigantes y color rosa de los varones, las zapatillas que parecen unos números de más y están desprendidos los cordones, las vinchas del pelo, el pelo rapado menos en la parte de arriba y tirado para arriba con gel, una gorra de fondo negro que dice NY en letras doradas. Dos chicos se apoyan en la mesa del mantel blanco al lado de la heladera de los helados y comienzan a besarse y el love latin power y el fervor adolescente y las pelvis urgentes hacen caer la mesa y le quiebran una de las patas. Lo pensé en cuanto sus labios se chocaron la primera vez. Las señoras de la mesa de adelante me hacen un gesto con las manos que entiendo es que necesitan algo más y yo se los puedo dar. Cuando vuelvo a la barra un chico más bien bajito de unos 22 me pide una Estrella* y yo se la doy recibiendo el ticket y le digo que es fugaz, para que le pida un deseo. Creo que se mordió los labios, pero con desapruebo. En el medio de la pista que se formó con apenas el ímpetu del power latino pero esta vez a fuerza de salsa colombiana, un paki recorre la carpa ofreciendo una foto polaroid por un 5 euros o lo que sea que resulte del convenio. Desde lo más alto en la esfera de la sociedad peruana se apea contra el fondo una mamá que tiene los pechos arribísimo y unos pantalones cargo, un collar negro de pelotas grandes, la piel tostada y el pelo con claritos de corte carré. Baila de a ratitos y come con gusto y también se ríe.
A las siete de la tarde aún es muy temprano y toda la carpa está llena de latas de cerveza en el suelo y bolsas y conos de papas fritas aplastados y la mayonesa y el ketchup y los palillos para agarrarlas, más los descartables de tergopol donde se sirve el pollo y las bolsas de los cubiertos descartables y los huesos pelados a contradiente y las papas que sobran con la salsa roja encima. Decido barrer. Algunas señoras me ayudan a juntar, otros toman con prisa lo que tienen en los platos y se arriman los vasos hacia el pecho. Detrás de la barra hay tres tachos de basura sin clasificar. Atrás de la carpa todos los contenedores de basura estallan. También hay bolsas en el piso. Los parlantes emiten truenos a esta altura de mi oído. Me asusta un momento la inminencia de un diluvio que nos deje allí varados y entonces a vivir todos juntos. A reproducirnos aún más. A agolparnos contra las heladeras y qué importan las mujeres y los niños y las creencias o el Mesías y a tomarnos lo que queda en las heladeras sin ton sin son. A que una vez acabadas las provisiones comencemos a mordernos de a pedazos. A que toda la carpa esté repleta de sangre, cabellos, pendientes, monedas, colillas de cigarrillo, uñas postizas desprendidas y sólo uno de nosotros sea el que pueda salvarse pero a mí quizás sólo me queden los miembros superiores y de tanta viscocidad y basura en el suelo no alcance a salir.
Sacudo la cabeza y cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Un chico gordito baila apretado con su esposa con pelo rojo artificio, despeinada de tanto cubata. Se dan piquitos de vez en vez y cuando para la música se acomodan frente al escenario y le piden a su amigo que no se sacó la campera que les tome una foto con una cámara analógica. Es domingo. Son las siete de la tarde. Llueve, hace frío y Marc Antoni rueda por sexta vez en el día: la quiere a morir.


*Estrella es una marca de cerveza.

lunes, 20 de abril de 2009

Fantasía snob

El espíritu azul se encontró aquella mañana con uno transparente y le pidió un cigarrillo. El transparente le dijo que no tenía más, que la noche anterior había resultado demasiado larga, se daba cuenta. Entonces el espíritu azul siguió de largo a través de la arboleda con pequeñas flores blancas aún sin completar el total de las ramas.
Había un concierto esa misma noche, o sea en un par de horas. Estarían todos, lo sabía el espíritu azul porque hacía mucho tiempo que la banda de las comisuras no hacía alguna función pública. ´Ultimamente habían sido sólo conciertos en el living de alguna casa, con la chimenea sin prender.
Lo habían llamado hacía un momento para comer, pero él se rehusaba desde hacía días a bajar a compartir la escena familiar.
Un espíritu rosa lo había puesto a prueba sin sacarlo a bailar en la última fiesta de las terrazas con flores. Habían intercambiado miradas pero hasta ahí llegó su arrojo. Sabía, entonces, que aquella noche tampoco podría atender al desafío. Le faltaba deseo por esos días.
Golpearon la puerta avisándole que la coraza roja estaba al teléfono. El espíritu azul bajó con desgano las escaleras que lo separaban del sitio del teléfono y la voz del otro lado advirtió lo grisáceo del traje deslizándose por los escalones y dejando caer un hola. Lo último que el espíritu azul escuchó le daba una hora y lugar de encuentro.
Se miró frente al espejo para chequear si la sensación de transparencia era sólo una sensación o la certeza manifiesta de lo mal que iban las cosas. Encontró su avatar de flores amarillas por dentro y contornos verdes que pensó podría ir bien. Salió a la calle saludando animado para no seguir preocupando a nadie más en la casa.
La banda empezó puntual y los primeros acordes le profundizaron lo azul en los párpados. Su cabeza pronunciaba los sonidos de la batería y el pie derecho levantaba su punta insistente.
Había un grupo de espíritus índigo sobre la derecha del escenario que no pararon de hablar y reírse. Nuestro héroe no se molestaría sino porque había uno de ellos que lo miraba con desdén cada dos o cinco minutos. La coraza roja trajo cervezas luego de un rato y bebieron mientras las canciones de la primera época sonaban y se descolgaban de los pósters o cobraban volumen desde las tapas de las carpetas o se hacían letras gruesas caminando una detrás de la otras desde las cartucheras.
Los espíritus índigo estaban desperdigados por todo el predio. Se agolpaban contra la barra, los más expresivos se ubicaban en pareja abrazados uno detrás del otro, el resto se deslizaba sobre lo que sucedía en el escenario con la mirada ociosa. Habían algunos espíritus rosas que se abrochaban binchas con el nombre de la banda, en esos momentos apenas perceptibles en que dejaban de tocar. Algún que otro espíritu verde con mechón para adelante se paraba sobre alguna de las gradas de a ratitos, conocía la canción y soltaba frases lúcidas en algún silencio encontrado. Los espíritus borrosos que estaban al lado lo miraban frunciendo el entrecejo. Los espíritus bajitos estaban en la parte de atrás y se tomaban de la mano de uno mayor. Se contaban con los dedos de la mano de un humano. Había dos espíritus rosa con rayas negras junto a un espíritu celeste que sostenían una pancarta rectangular larga hasta el cuerpo de los tres y escrita con colores fluo. Decía: Fans de la primera hora. El espíritu azul los saludó inclinando la cabeza y se mantuvo cerca. Un espíritu verde con un cinturón que termina en un moñito rojo a la cintura titilaba entre los que estaban más al fondo. Estaba sentado con las piernas cruzadas y se movía de la cintura para arriba, su pecho henchido más de lo habitual por momentos. El espíritu azul quiso reconocerla y así tal vez olvidar o su mundo cambiar.
La canción distinta a las demás, la inesperada, la que llamó la atención de los espíritus que nunca antes habían estado ahí (y de los otros también) irrumpió con un fulgor incandescente y el espíritu azul se distrajo de sí y soñó en ese instante que los espíritus de todos los colores quedaban boquiabiertos y nuevos acordes nacerían y los libros más hermosos serían best-sellers y los escritores malditos estarían en la televisión y los que piensan a menudo en el suicidio volverían a amar la primavera y habría más melodías pegadizas que serían un poco menos imbéciles y las películas provocarían un espasmo emocional atrás de otro y habría el doble de ironía y humor negro y todos se reirían y los viejos no pensarían tanto en lo que pasó y se sentarían al sol aún con más calma, y los egos serían menos absurdos, y el miedo a hacer las cosas que nos hacen más lindos nos dejaría más tiempo de ventaja.

jueves, 16 de abril de 2009

Mía

La miró ese día en la fiesta
La sacó a bailar
Le convidó fuego y un cigarrillo
La invitó un trago
Le habló de Grombowicz
Le hizo dar la vueltita sobre ella misma
Le miró las tetas
Le recitó sobre el estribillo la letra de la canción que sonaba
Le pidió el teléfono
La acompañó a buscar un taxi
La llamó al día siguiente
La invitó al cine, a comer, al bar de un amigo
La acompañó hasta su casa
Le pidió entrar
Le convidó un café
Lo enamoró la manera en que ella cortaba un trocito de limón para agregar a su té
Salieron al balcón
La rodeó con sus brazos
Le corrió el pelo del cuello
La miró a los ojos
Le robó un beso
Lo supo:
Le buscaría un apodo. Sentiría un calorcito al principio del estómago cuando sonara el teléfono y fuera ella. Todo en su casa se haría como a ella le gustara. Le compraría muchos libros y se los dedicaría. Le escribiría canciones. Le regalaría flores. La besaría cien veces más sin remedio. Pasearían los domingos por el parque. Irían a tomar helados y a comer algodones azucarados. Montarían en bicicleta. Contemplarían el amanecer y el atardecer. Se irían juntos al mar. Conocerían otros países. Conocería a sus padres. Les caería muy bien. Se casarían de inmediato. Harían el amor siempre en sitios diferentes. Comprarían una casa grande a las afueras de la ciudad y la pintarían color marrón africano. Comprarían un perro y recibirían una tortuga de regalo. Engordarían. Tendrían dos hijos, un varón y una nena. Los irían a buscar al colegio turnándose una vez cada uno.
(fffffffffffffff. Rewind):
La miró a los ojos
Le robó un beso
Ella le correspondió aquel abrazo, con el único brazo que tenía.

Qué decís que no vas a venir...

Al cerrar la puerta tras de sí, ya la había besado. Porque nadie podía verlos entonces, porque no podía sino hacerlo, porque lo apresuraba la idea del día que comenzaba.
Habían dado las doce y ya habían quedado en verse. Son más de 15 cuadras hasta su casa y no había tiempo para caminar. En la farmacia 24 horas compró un cepillo de dientes y chocolate confitado. Esperó su turno en la cola tocándose la cabeza con insistencia. Se acordaba esa canción que le daba vueltas hacía días y la cantaba con la mente: se cansó la ansiedad. Contó las monedas de vuelto como en un acto reflejo y se vio en una vitrina y sonrió acaso sorprendida. Caminó la cuadra que la separaba de la esquina dando saltitos dispares. Tenía el pelo suelto ese día, y el flequillo que apenas cubría la frente se lo había cortado hacía apenas una semana y ya estaba siendo suyo. Sus labios sonrieron apenas al dictarle la dirección al taxista. La última vez había hablado con la conductora, que era mujer, sí, y ella se había emocionado. Casi al término de la jornada, que una chica corra a ver a su amado y te lo cuente mientras vas al volante y ahí afuera la ciudad que huele a hollín más que nada… Le pareció que las dos disfrutaron ese momento. Ahora había tormenta. El calor agobiante se esfumaba con un viento tempestuoso. Conocía apenas el barrio pero llegaron sin dificultad. El taxista maniobraba bruscamente. Las vías del tren estaban cerradas desde hace tiempo aunque igual a veces pasaba uno de carga con no sabía ella qué. No es que la inquietara demasiado en ese momento, pero al menos lo pensó. Cuando cerró la puerta del taxi empezaron a caer las primeras gotas.
El timbre no funcionaba y entonces tuvo que mandar un mensaje de texto para hacer saber que había llegado. Casi al unísono él asomó su cabeza por la ventana con una sonrisa inmensa. Se escuchaba algo de música pero no pudo distinguirla. Se escucharon pasos y la puerta se abrió.
Él la besó en la mejilla, siempre sonriendo. Le preguntó si había comido mientras subían las escaleras con pasos inquietos. La primera vez que ella estuvo ahí no se notó como una vez primera. La habitación estaba iluminada por la pantalla del televisor encendida, la cama apenas arrugada en un rincón donde él se había sentado. Una silla al costado con ropa le sirvió de apoyo para el bolso. Se recostó en la cama. `El preparó té para los dos. Se tardaba un poco y ella se puso un poco nerviosa pero dejó eso absorta por la imagen que el televisor desprendía. Ya había visto la película pero de todos modos: en una habitación amoblada con esmero y dinero, no cabe ocuparnos ahora de en qué proporciones aquello sucediera, Noami Watts se desprende su ceñido pantalón corto de blue jeans y se toca hasta provocarse un orgasmo.
Bebieron el té en la habitación contigua. ´El estaba sentado en una silla, ella decidió que su sitio era al lado de una ventana que empezaba a la altura de su cintura y daba a la calle. Sin demasiada destreza, él maniobraba muchas cosas a la vez: una pipa de agua que un amigo le había traído de Estambul, el teclado de la computadora directo a una ventana de chat abierta hacía rato, la taza pegada a una pila de papeles desacomodados encabezada por una lista de compras que decía Yerba Mate, en tercer lugar. El encendedor muy cerca del monitor dio el primer fogonazo. Fumaron sin prisa y por momentos la conversación se animaba y ella cambiaba de sitio y compartían la silla y él le daba palmadas en la rodilla como nerviosas pero también de reproche. Ese día ella llevaba medias cancán color gris, una pollera corta de blue jeans y el pelo de color anaranjado. Era delgada pero no al extremo, medía un poco más de 1 metro 60 y el talle corto le sentaba pues acentuaba sus piernas largas. ´El no interrumpió la conversación en la pantalla y entonces había momentos de silencio. Ella pensó en fumar un cigarrillo pero se acordó que allí dentro de la casa no se podía fumar tabaco. Podría ir a la terraza pero su urgencia no era tal y entonces se inclinó hacia el gato que estaba apoyado en el alfeizar de la ventana y lo acarició largo rato. El gato empezaba a cerrar sus ojitos de ratos muy cortos y le gustó mirarlo.
It’s been seven nights and fifteen days, since you took your love away. .. Cantó sobre la grabación y se rieron. But nothing, I say nothing can´t take away this blue. Cause noooothing compares, nothing compares, to you…
La habitación más blanca que siempre. Ahí mismo, el día en que se conocieron y después ella habría bailado al son de un disco pasado de moda. Sus caderas se contoneaban mientras no sabía la letra pero igual jugaba al playback mientras acomodaba la noche hecha restos alrededor. ´El le pedía que cantara a veces y eso la ponía muy felíz. Nunca nadie se lo había pedido de esa forma. Salían a bailar mientras él pretendía no reparar en la cantidad de veces que otros la pretendían, iban y venían de la pista con vasos. Los separaba la cantidad de gente mientras Ingrid le contaba que le gustaba una pareja de chicos que estaban cerca del escenario que parecían hermanitos. Iban al baño juntas y hacían un saque y volvían y no podían más de la risa al mismo tiempo que se confundían con un grupo de chicas que estaban detrás hasta antes de lo del baño. Ella había pensado un día -y se los había contado a todos el día del cumpleaños de Lucía- que con el destape de la obesidad como enfermedad asumida en los medios (y vapuleada, ya) pero de todos modos, quizás los gordos no deberían salir tanto de noche pues ocupan mucho lugar en la pista.
Otra vez que salieron él le había dicho que no se molestara. Que él pagaría por los dos. Llevaba botas muy largas. El barrio más lindo que nunca. Las casas viejas y las más modernas que llegaban a los ’80, pensó. El cielo limpísimo fingió no ver cuánto ella lo deseaba ese día pero no tuvo que contenerse ni nada pues simplemente así estarían bien.
Volvieron de la discoteca pasadas las siete y con un dolor de cabeza por tanta champaña les dio por tomar Coca-cola durante años. Ella se agachó para estirar las piernas al pie de la escalera. El la abrazó por detrás y la besó en el cuello. Ella se apresuró a darse vuelta y corresponderle el beso. El le levantó la pollera verde de chantu hasta más arriba de la cintura. El strapless, también verde, no tardó en acurrucarse a la altura del cuello. Dieron pasos pequeños hacia la habitación que estaba arriba. Con mucho cuidado para no caerse y desvanecer el momento y la existencia, él la apoyó contra la pared sin apartarle los labios de los suyos. Las manos no se quedaban quietas, ella estaba prácticamente desnuda cuando se dejó caer sobre la cama. El la tomó por la espalda, le posó sus manos firmes en la cadera y la penetró desde atrás. Ella se movía despacio y con gemidos apenas perceptibles. No hablaban. El la besaba en todo el cuerpo hasta llegar a los pies. Le tomaba los pies con dulzura desde el empeine. Volvía sobre ella pero de frente esta vez. Los gemidos eran menos tenues ahora. Parecía como si llorara por momentos. Él le preguntaba si estaba bien. Ella juntaba sus manos por arriba de su cabeza entrelazándolas. Después agarraba la punta de la almohada y la retorcía. Se cubrían con las sábanas. Sin despegarse. A él le gustaba penetrarla desde atrás, claro. A ella a veces le dolía pero lo permitía porque después de algunos momentos de dolor aumentaba el placer. En momentos repetidos él le tomaba la cabeza por la frente y le corría el pelo de la cara. Todo el tiempo la besaba en los pechos y le acercaba la pelvis urgente. Le mordía el cuello apenas. Ella le mordía los labios con un poco más de fuerza. El la tomaba por la espalda, con todo el peso de su cuerpo encima. Lo encontraba distinto en cada beso. La desesperaba tanto deseo y entonces se escapaba de los brazos hacia la otra punta de la cama. Se acomodaba el pelo fingiendo un final, aunque en realidad no sabía cómo hacer para impedir el orgasmo. ´El la tomó con ímpetu hacia sí y la acostó boca arriba. Pasaron minutos incontables con el dedo índice moviéndose rápido contra su interior. Ella se mordía los labios con fuerza y arrugaba el entrecejo y gimió sin remedio. Se movía para arriba y para abajo con ansiedad. El movimiento era cada vez más insistente. Quería gritar. Sin saber por qué se contuvo. Le dieron ganas de llorar. La cama hacía ruido por los resortes. Sentía el ardor y la humedad de adentro. Le pedía que parara. Musitaba otra vez la misma orden. Abría la boca. Él metía un dedo adentro. Ella lo mordía. Le pidió subirse encima. Con su miembro dentro, los movimientos se hacían incontrolables cada vez. Cambiaron de posición y él volvió a estar arriba. Ella estiró el cuello, después de un grito ahogado dio un sonido seco, desde la garganta y los labios se relajaron.

La luz del nuevo día se colaba de a rayas a través de la persiana, su mano en la espalda de ella. La habitación más blanca que siempre.
Se despertaron tarde y ella tuvo que irse corriendo. Siempre se abrazaban antes de salir a la calle.

Lo digo igual

Vos, que hablás sin antes pensar que podés lastimar /y no estoy hablando de enfrentar la vida sin autoestima/te pido la prudencia que allá afuera ya no existe y convierte todo (ojalá) en selva/te estoy contestando con tu miseria, sin un misterio, con la misma molestia de la que hablás de las cosas que no sabés/ No me vendas tu espiritualidad de cinco centavos aplastados/ No trates de convencerme de tu bravura, no hay de eso en tus ojos sin dolor/No me alientes al delirio cuando ni siquiera probaste dos segundos de un abismo/ No me digas que hueles sangre cuando no conoces las heridas/No me muestres tus fotos de la felicidad /No le creo a tu sonrisa/ En tu Olimpo de cartón corrugado yo no entro/ Tu enojo con esa casta de la que naces se hace en cuatro minutos en un horno microondas/No te amenazo, eso lo sé/ Leés la verdad que todos y te pensás visionario/ El perro que se muerde la cola es tu metáfora nunca entendida /Tu molestia con el mundo está en desuso/Hablás del carnicero porque queda bien/ Ganás. Ganás. Ganás /La verdad está siempre de tu lado/ La pureza no es tu estilo y la trascendencia no te encuentra /Nadie te interrumpe en la estupidez/ Las cartas de papel son una antigüedad/ Lo simple es una pose/La belleza es lo que hace bien / La intromisión es obscena/ En tu modelo no hay mejoras pendientes/ La mayoría nunca miente / Sos el amigo de los dueños /La imaginación te confunde/ Lo inconcluso no es un relato según tu pluma / Apresurás lo eterno/No soportás el silencio /Tus oídos están llenos de caca/Los datos que se corroboran te estorban /La realidad es tu meta/ Quién paga por tu segundo de vida? /Sólo la maternidad innegable/ Hablás de la revolución con la misma ligereza que de la pobreza /La política según te consta es eso que dicen tres personas vestidas de traje negro con corbatas finitas que homenajean a Tarantino /La prostitución es un camino elegido/ La masturbación te sonroja/ La novia de un amigo no se toca /Los medios nos dicen de qué hablar es tu epifanía matinal/ Sentir te parece algo poco práctico , lo desestimaste pero sin querer/ Los que se ríen de los juegos de palabras viven fumados/Los que piden en la calle tienen siempre un padre que espera la recaudación en la esquina/ Los hippies sólo se alimentan de raíces / Si te llama al otro día está muerta con vos/ Si se acostó con vos la primera noche jamás le dirás “gorda”/ El punk es para adolescentes/Las publicidades que hacen covers de canciones disco son lo más/Los chinos son todos iguales/Las películas que valen la pena dejan mensaje/La maleza es tu cabeza.

lunes, 13 de abril de 2009

Ejercicio número 13

Lo pálido y blanco de la piel contra el fulgor de rojos confundidos que quieren ser moras y disfrazan su ingravidez con la soltura de un insecto.

Desde 30 centímetros del suelo, al posarse sobre una hoja escuálida, el mamboretá suelta esas vértebras que nunca tendrá y se pierde entre verdes desesperados por brillar más que nada.

La densidad del aire/ las gotas en las hojas gruesas y carnosas/ los verdes plenos/ centelleantes/los chirridos apenas perceptibles/ el ardor apagado de los moluscos para cruzar hacia otras costas
Todo se conjuga al olfato, como estertores de cuando el mar pasó por ahí.

domingo, 12 de abril de 2009

Vivooooo

Me enamoro. No me enamoro más. Me hago pis de la risa. El después. La frialdad. Lo trivial. Lo frívolo. La Memoria con traición. La traición. La atracción. Esa manera de mirar. Esa forma de escribir. Las manos. La espalda. Las manos sobre la espalda. La fuerza. El beso. Lo apretado del beso. La impaciencia. El ardor. Lo mayúsculo del sentimiento. La velocidad de los días. La mayor cantidad de risa posible. Los abrazos. La fuerza. Los momentos milimetrados por la risa. El balcón. Dos almohadas anaranjadas. El vestido. La canción. Un convite o dos. Los confites. Las películas. Todas las películas. La demora. Las disculpas. Lo bonito del día que empieza en la ventana. La mejor lluvia. La lluvia a mares. Las calles llenas de agua. La cama interminable. Los besos intactos. Las llamadas telefónicas. La piel. Los mejores episodios de la piel. La piel inolvidable. La proscripción. La devoción. Los dedos. La boca. El principio. El orgasmo. La distracción. El metejón. La calentura. La locura. Lo cotidiano. Lo mezquino. Lo que grasa. Lo que importa. La sensatez. La ternura. La imposibilidad. La elección. La decisión. La convicción. Y el instinto? El miedo. La culpa. Contar. Temer y partir. Desenredar. Continuar. Lo continuo. Lo sensible. La sensibilidad y lo indómito. Los demás. La luz y la frescura. Lo que se desvanece. El tiempo. El minúsculo reloj personal. La verborragia. Lo malsano. La confusión. La contorsión. Lo estomacal. La bravura. La conciencia. La cordura. La calma. Cien veces la calma. La mediocridad. Las circunstancias. La altura. Las altas horas de la noche. El calor. La hipersensibilidad del calor. El sexo. La malversación del sexo. El engaño. La ingesta del engaño. La amabilidad del escondite. El sonido de lo absurdo. Lo ensordecedor. Lo amargo. El placer. La manifestación del placer. El mediodía. El culebrón del mediodía. La mesura. Lo inconmensurable. El afecto. La incondicionalidad. La broma. Lo conocido. Lo puesto a prueba. La maldad. Los permisos. La ambición. Los olores y las heridas. Lo afluente. Lo convergente. La modestia. El espanto. La comedia. Lo irreversible. La inconsistencia. La energía. Lo que emerge. Las tumbas. El ejercicio del olvido. El sacrificio que ofrece la manzana en el centro de la mesa, que lleva días sin mordiscos.

Seguridad Social

“Siempre la piñata de la fiesta, nunca el globo desinflándose en el rincón. Y perseguir al resto, estar detrás de cada demostración de in sen si bi li dad. Porque así se mide el mundo de un tiempo a esta parte. Qué cosa más difícil de explicar a veces. La sensibilidad de artista. Más allá están los libros que todavía no leí, pero hay mucha intuición en el mundo, además, y entonces nos agarramos de eso y hablamos.” Ojo con las intuiciones le dijeron a Jorgito y abrió la puerta y encontró al hermano curtiendo con un chabón en la pieza con un póster de Elton John (que ni sabían quién era pero les pareció que daba para ponerlo). Estaba descolgado a medias cerca de la ventana con una cortina de una especie de encaje naranja.
Creo que Jorgito a esa altura ya sabía lo que era el amor, o al menos le había probado una puntita.
Después entra la chica esta, bajita, busto prominentísimo, tacones mmmuy altos, minifalda, rush rosado y camperita de jean tipo spencer. Qué hacen acá? Se van ahora mismo, no quiero estas cosas ni en la casa ni en ningún lado. Los mandó a Alaska, como quien dice. Los puso en el freezer, opinan lo de más allá.
Eso es lo que el resto quisiera, pero lo que pasó fue en el lavadero. El Aurora tambor horizontal del 93 fue testigo. Ahora sé de qué va eso de que para entrar en el cielo no es preciso morir. Aclararía antes de que lo lleven a un compra-venta de la Juan B. Justo, por buchón.

Y Jorgito después tuvo una novia, bonita, era, si no le mirabas la oreja izquierda que todavía nadie se animaba a preguntarle por qué pero la tenía como hecha una cosa larga y finita y con un puntito de carne en la punta. Pero no era tan horrible, eh? El puntito, digo.
La novia de Jorgito estaba tomando un curso que se llamaba El mundo del arte, en un instituto de la calle Ituzaingó. Todos los miércoles a las 6 de la tarde iba. Le gustaba mucho. Se le erizaba la piel con cada cajita de alajeros que armaba. Se desplomaba en el sillón a mirar su obra, cada vez que le ponía cinta bebé azul al borde de la tapa. Suspiraba largamente y ponía una de esas grabaciones de Frijolito que había guardado de la última vez que la emitieron.
A Jorgito lo conocería de casualidad, porque él en ese momento era el chico de los mandados en Cadena 3. Todos los días se levantaba a las cuatro de la mañana y se la pasaba de acá para allá con los cafés, los diarios, los monitores rotos, los corazones estrujados de tanto bombeo al son de la música popular. Jorgito no decía nada, pero cuando ponían Dancing Queen se iba al baño y se encerraba y empezaba a tocarse pensando en la chica del ránking. La locutora no, la que atendía el teléfono. La locutora lo tenía sin cuidado porque de todas maneras era morocha. Mooorir de amor…así arrancaba Jorgito las mañanas. Enfundado en un sweater de bremer color gris, camisita blanca. Alternaba con dos. Y siempre pasaba del desodorante. Se olvidaba de comprar y como en la casa nadie decía nada…así era más natural todo, pensaba.

Ah! cómo se conocen Jorgito y Alba.
Resulta que a Jorgito un día lo mandan a buscar una caja de bolígrafos Bic negros, trazo grueso. Y sino, nada.
Sale Jorgito apurando el paso y se le cae una especie de anotador que llevaba siempre por las dudas porque le apasionaba escribir, así creía, y entonces por cualquier cosa…Se acordaba siempre de lo que leyó en el cumpleaños de 15 de su prima Roxi. Todas las viejas hechas pis debajo del mantel mientras Jorgito describía con detalle cada una de las 15 rosas con velas que había colocadas en la mesa. Eran descripciones adaptadas a la personalidad de Roxi, claro. Ah! Roxi no estaba muy emocionada por el asunto porque el día de la fiesta, unas horas antes, su novio Dari le había dicho que no la quería más y ya estaba dele franelearse con una compañera de Roxi que la invitó porque le iba a llevar unos cassettes de Locomía que ella no tenía.
Me desvío, perdón. Jorgito sale por la puerta principal y de tan rápido que va llega a la esquina en dos segundos, no ve lo que tiene enfrente porque queda medio obnubilado con unos cordones fosforescentes que venden en uno de los puestos del medio de la peatonal. La Albita llega tarde a clases así que también corre y con las cajas y las bolsas que tiene en la mano no alcanza a ver nada y se tropieza contra la anatomía de Jorgito que por esa época ya tenía unos pinchecitos de barba y se ponía gel, bastante, se ponía.
El flechazo fue instantáneo. La Albita llevaba una flecha hecha con varias pajitas lilas lisas y un corazón en una de las puntas y en la otra la punta de la flecha. Era San Valentín ese jueves que venía y había tiempo de entregar el trabajo hasta esa mañana.
Se chocaron fuerte. A Jorgito no le dio ningún reflejo para atinar a levantarse. Tenía las palmas de las manos todas raspadas. La Albita lloraba, un poco nomás, ahora tendría que pegar el angelito del medio de la flecha y otra vez tres horas con eso. No hubo insultos ni regaños porque además de las anatomías se les encontraron los ojos. El primer instinto de la pupila apuntando a la de ella le dictó a Jorgito que la Albita sería suya para siempre. Que ya no habría más confusiones ni metidas de mano en el baño de los varones. La Albita se incorporó rápido y empezó a juntar las cosas sin decir palabras. Jorgito la atosigaba con ¿estás bien, estás bien? Aunque de esos nos dimos cuenta con los subtítulos porque a Jorgito se le daba bien la palabra escrita pero a la hora de modular no era muy diestro. Locutor, lo que se dice, no quería ser, así que ni un problema. La Albita le dijo que sí con la cabeza, después de un rato y Jorgito se apresuró más y le dijo –perá, no te vaiás-. Al rato apareció con una pritty me medio en la mano y unos chicles de uva. Le acercó uno a la mano, sin pelarlo. La Albita lo aceptó y se rió menos tímida.
Al cabo de unos meses ya tendrían el primer hijo, le pondrían Jonathan o Brian o Catriel. Jorgito dejaría la radio por un sueldo mejor supervisando el stock en de un gran supermercado.
A la Albita le había salido un puesto en la municipalidad, después de tanto peregrinaje de su tía Muñeca.