Lo pálido y blanco de la piel contra el fulgor de rojos confundidos que quieren ser moras y disfrazan su ingravidez con la soltura de un insecto.
Desde 30 centímetros del suelo, al posarse sobre una hoja escuálida, el mamboretá suelta esas vértebras que nunca tendrá y se pierde entre verdes desesperados por brillar más que nada.
La densidad del aire/ las gotas en las hojas gruesas y carnosas/ los verdes plenos/ centelleantes/los chirridos apenas perceptibles/ el ardor apagado de los moluscos para cruzar hacia otras costas
Todo se conjuga al olfato, como estertores de cuando el mar pasó por ahí.
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