lunes, 20 de abril de 2009

Fantasía snob

El espíritu azul se encontró aquella mañana con uno transparente y le pidió un cigarrillo. El transparente le dijo que no tenía más, que la noche anterior había resultado demasiado larga, se daba cuenta. Entonces el espíritu azul siguió de largo a través de la arboleda con pequeñas flores blancas aún sin completar el total de las ramas.
Había un concierto esa misma noche, o sea en un par de horas. Estarían todos, lo sabía el espíritu azul porque hacía mucho tiempo que la banda de las comisuras no hacía alguna función pública. ´Ultimamente habían sido sólo conciertos en el living de alguna casa, con la chimenea sin prender.
Lo habían llamado hacía un momento para comer, pero él se rehusaba desde hacía días a bajar a compartir la escena familiar.
Un espíritu rosa lo había puesto a prueba sin sacarlo a bailar en la última fiesta de las terrazas con flores. Habían intercambiado miradas pero hasta ahí llegó su arrojo. Sabía, entonces, que aquella noche tampoco podría atender al desafío. Le faltaba deseo por esos días.
Golpearon la puerta avisándole que la coraza roja estaba al teléfono. El espíritu azul bajó con desgano las escaleras que lo separaban del sitio del teléfono y la voz del otro lado advirtió lo grisáceo del traje deslizándose por los escalones y dejando caer un hola. Lo último que el espíritu azul escuchó le daba una hora y lugar de encuentro.
Se miró frente al espejo para chequear si la sensación de transparencia era sólo una sensación o la certeza manifiesta de lo mal que iban las cosas. Encontró su avatar de flores amarillas por dentro y contornos verdes que pensó podría ir bien. Salió a la calle saludando animado para no seguir preocupando a nadie más en la casa.
La banda empezó puntual y los primeros acordes le profundizaron lo azul en los párpados. Su cabeza pronunciaba los sonidos de la batería y el pie derecho levantaba su punta insistente.
Había un grupo de espíritus índigo sobre la derecha del escenario que no pararon de hablar y reírse. Nuestro héroe no se molestaría sino porque había uno de ellos que lo miraba con desdén cada dos o cinco minutos. La coraza roja trajo cervezas luego de un rato y bebieron mientras las canciones de la primera época sonaban y se descolgaban de los pósters o cobraban volumen desde las tapas de las carpetas o se hacían letras gruesas caminando una detrás de la otras desde las cartucheras.
Los espíritus índigo estaban desperdigados por todo el predio. Se agolpaban contra la barra, los más expresivos se ubicaban en pareja abrazados uno detrás del otro, el resto se deslizaba sobre lo que sucedía en el escenario con la mirada ociosa. Habían algunos espíritus rosas que se abrochaban binchas con el nombre de la banda, en esos momentos apenas perceptibles en que dejaban de tocar. Algún que otro espíritu verde con mechón para adelante se paraba sobre alguna de las gradas de a ratitos, conocía la canción y soltaba frases lúcidas en algún silencio encontrado. Los espíritus borrosos que estaban al lado lo miraban frunciendo el entrecejo. Los espíritus bajitos estaban en la parte de atrás y se tomaban de la mano de uno mayor. Se contaban con los dedos de la mano de un humano. Había dos espíritus rosa con rayas negras junto a un espíritu celeste que sostenían una pancarta rectangular larga hasta el cuerpo de los tres y escrita con colores fluo. Decía: Fans de la primera hora. El espíritu azul los saludó inclinando la cabeza y se mantuvo cerca. Un espíritu verde con un cinturón que termina en un moñito rojo a la cintura titilaba entre los que estaban más al fondo. Estaba sentado con las piernas cruzadas y se movía de la cintura para arriba, su pecho henchido más de lo habitual por momentos. El espíritu azul quiso reconocerla y así tal vez olvidar o su mundo cambiar.
La canción distinta a las demás, la inesperada, la que llamó la atención de los espíritus que nunca antes habían estado ahí (y de los otros también) irrumpió con un fulgor incandescente y el espíritu azul se distrajo de sí y soñó en ese instante que los espíritus de todos los colores quedaban boquiabiertos y nuevos acordes nacerían y los libros más hermosos serían best-sellers y los escritores malditos estarían en la televisión y los que piensan a menudo en el suicidio volverían a amar la primavera y habría más melodías pegadizas que serían un poco menos imbéciles y las películas provocarían un espasmo emocional atrás de otro y habría el doble de ironía y humor negro y todos se reirían y los viejos no pensarían tanto en lo que pasó y se sentarían al sol aún con más calma, y los egos serían menos absurdos, y el miedo a hacer las cosas que nos hacen más lindos nos dejaría más tiempo de ventaja.

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