jueves, 3 de octubre de 2013

Eso de hacerse leer uno o vivir la vida dos veces.

Vivo el tiempo de mi vida cuando sueño que escribo. Cuando veo con la sensación de estar viendo yo sola lo que está ahí para todos. Es como vivir en un sueño por unos días. La sensación de vivir escribiendo. Me hago el café con leche y escribo, y hago las compras en el supermercado y escribo. Y salgo al lavadero a ver las plantas y escribo y me inclino, entra las macetas de abajo y las colgantes y escribo. Y paso la mirada por las paredes grises del baño contra los artefactos celestes y escribo, y busco el lápiz labial en el medio del caos cotidiano y escribo y hablo por teléfono con mi papá y me cuenta de la fiesta del club y que apenas pudieron contra el frío y escribo. Y me junto con María y me pregunta por mi casa y y le cuento de la sentencia inapelable del sostenedor de cortina que no aguanta, que se cae, no queda tenso y escribo y le sigo contando de la alienación que me produce una tarea, así de manual como encargarse de que la puerta vuelva a su color natural, que los zócalos se pongan blancos, que la pared quede lisa para ser pintada y escribo. Y pienso, que nada de eso importa, que deberíamos estar hablando de lo que nos separa del mundo, pero no lo digo, y escribo. Propongo volver en bicicleta, yo pedaleando y ella sentada en el asiento, sí, yo el culo al aire, sin apoyarme, le digo y escribo. Y ella me dice que no, que nos vamos a caer.

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