sábado, 5 de octubre de 2013

Granalegría

La niña es muy lista, eso hay que decirlo. Su presencia burla las palabras, pero la hacemos hablar, es nuestro instinto. Está junto al mar y la montaña la acuna también. Quizás sea, incluso, todo lo que nace al verla. Su cercanía viene con la fuerza de las primeras horas de la mañana. Es un hermosismo. Un fruto con todos los colores. Lo visto al final de la calle: el movimiento de las hojas del plátano blandiendo en una pared, entre dos edificios, con el sol rosado de las 7 de la tarde. Y volvemos a hablar por ella, no es nuestra culpa, somos adultos, apenas.

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